PLAN GENERAL DE TORRECHIVA: 20 AÑOS DE TRAMITACIÓN

El pasado 11 de mayo publiqué, junto con el alcalde de Torrechiva (Castellón), un artículo en “El Mundo/Castellón al día”, relativo a la aprobación definitiva del Plan de Ordenación Pormenorizada, es decir, a la culminación del agotador proceso de una revisión completa del planeamiento, adaptada a la LOTUP.

Detrás del título, “Un gran éxito local y un fracaso colectivo” se esconde una invitación o realizar una revisión urgente y en profundidad del entramado de condicionantes que explican la insoportable dilación de estos procedimientos. Que se hayan necesitado casi siete años desde la aprobación del actual marco legislativo valenciano, para que una localidad haya sido capaz de llegar hasta el final del procedimiento establecido para la aprobación de planes, nos revela hasta dónde llega nuestra ineficiencia.

El caso de Torrechiva debe valorarse teniendo en cuenta que el municipio ordenado es una población de un centenar de habitantes, que todos los actores hemos remado a la vez y con convicción para conseguir la aprobación del plan y que el ayuntamiento ha dedicado veinte años a la tramitación del mismo, los últimos cinco con AUG-ARQUITECTOS SLP como equipo redactor.

En veinte años, el tiempo dedicado a la tramitación del plan general de Torrechiva, ha cambiado todo el marco legal en materia de ordenación del territorio, urbanismo y medioambiente, ha aparecido el concepto de evaluación ambiental y territorial y se han añadido todos los instrumentos de carácter ideológico que se han abierto hueco en el urbanismo, lastrándolo de un modo insoportable.

En veinte años ha cambiado la corporación local varias veces, se han renovado todos los cargos en el Gobierno Valenciano y también los responsables al frente de las Consellerias, que ahora se llaman de otro modo y tienen nuevas competencias. En este tiempo han cambiado los organismos sectoriales y las personas que intentaron redactar el plan general, antes de que el ayuntamiento lo encargara a nuestro equipo, abandonaron el proceso o pasaron a mejor vida. Los que sobrevivimos, además de años, acumulamos una experiencia no demasiado estimulante.

Cuando yo empecé a trabajar en urbanismo, hace ahora treinta años, un plan general se redactaba, tramitaba y aprobaba entre tres y cinco años, dependiendo de la complejidad. En lo sustancial y si el plan estaba bien redactado, todos los aspectos determinantes quedaban recogidos en un instrumento más sencillo y no menos eficiente. En este momento, si todo va bien, en tres años solo se habrá superado la primera fase de evaluación ambiental y es posible que el plan y todos sus documentos vinculados, no hayan iniciado su andadura.

Nuestra capacidad de enredarnos en deliberaciones estériles nos ha colocado en unos niveles de incompetencia inimaginables hace unos años, lo que se traduce en la imposibilidad de competir con los países de nuestro entorno. A lo anterior, hay que añadir la inseguridad jurídica, la pérdida de oportunidades, el efecto sobre la economía y el desánimo de quienes se ven inmersos en estos procesos. Junto a ello, y como consecuencia directa en nuestro ámbito profesional, una desoladora falta de relevo generacional amenaza la continuidad de nuestra presencia en el mundo del urbanismo.

Víctor García Gil. Mayo 2021.

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